lunes, 2 de julio de 2007

Lecturas Domingo 8 de Julio

Primera Lectura: Isaías 66, 10 - 14

Alégrate, Jerusalén, y regocíjense por ella todos los que la aman, llénense de alegría por ella todos los que por ella hacían duelo; de modo que mamen y se harten del seno de sus consuelos, de modo que chupen y se deleiten de los pechos de su gloria. Porque así dice Yahveh: “Miren que yo tiendo hacia ella, como río la paz, y como raudal desbordante la gloria de las naciones, serán alimentados, en brazos serán llevados y sobre las rodillas serán acariciados. Como uno a quien su madre le consuela, así yo los consolaré (y por Jerusalén serán consolados)”. Al verlo se les regocijará el corazón, sus huesos como el césped florecerán, la mano de Yahveh se dará a conocer a sus siervos, y su enojo a sus enemigos.



Salmo 66, 1 – 7 y 16 y 20

Aclame a Dios, la tierra toda, canten a la gloria de su nombre,
ríndale el honor de su alabanza,
digan a Dios: ¡Qué terribles tus obras!
Por la grandeza de tu fuerza, tus enemigos vienen a adularte.

Toda la tierra se postra ante ti,
y canta para ti, a tu nombre canta.
Vengan y vean las obras de Dios,
temible en sus gestas por los hijos de Adán:

El convirtió el mar en tierra firme,
el río fue cruzado a pie. Allí, nuestra alegría en él,
que por su poder domina para siempre.
Sus ojos vigilan las naciones, no se alcen los rebeldes contra él.

Vengan a oír y les contaré, ustedes todos los que temen a Dios,
lo que él ha hecho por mí.
¡Bendito sea Dios, que no ha rechazado
mi oración ni su amor me ha retirado!



Segunda Lectura: Carta a los Gálatas 6, 14 - 18

Hermanos, en cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios. En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con su espíritu. Amén.



Evangelio según San Lucas 10, 1 – 12 y 17 – 20

Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: “La cosecha es mucha, y los obreros pocos. pidan, pues, al Dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. Vayan; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino. En la casa en que entren, digan primero: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, su paz reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes. Permanezcan en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayan de casa en casa. En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les sirvan; curen los enfermos que haya en ella, y dígnales: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". En la ciudad en que entren y no los reciban, salgan a sus plazas y digan: "Hasta el polvo de su ciudad que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos. Pero sepan, con todo, que el Reino de Dios está cerca." Les digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”. Regresaron los 72 alegres, diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. El les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos”.