lunes, 26 de mayo de 2008

Lecturas domingo 1 de Junio

Deuteronomio 11, 18 y 26-28 y 32

Moisés habló al pueblo, diciendo: “Introduzcan estas palabras mías en el corazón y en el alma, átenlas a la muñeca como un signo, pónganlas de señal en su frente. Miren: Hoy les pongo delante bendición y maldición; la bendición, si escuchan los preceptos del Señor, su Dios, que yo les mando hoy; la maldición, si no escuchan los preceptos del Señor, su Dios, y se desvían del camino que hoy les marco, yendo detrás de dioses extranjeros, que no han conocido. Pondrán por obra todos los mandatos y decretos que yo les promulgo hoy”.


Salmo 30

A ti, Señor, me acojo;
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme.

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valientes de corazón,
los que esperan en el Señor.


Romanos 3, 21-25a y 28

Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.


Evangelio según San Mateo 7, 21-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?". Yo entonces les declararé: "Nunca los he conocido. Aléjense de mí, malvados". El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente”.